Cuando en la Navidad de 2018 estábamos preparando cuatro detalles para clientes, uno de esos clientes, que es italiano, se adelantó y nos hizo él el detalle a nosotros.
Esto no va de lo contento que estaba el cliente con nosotros ni con darnos autobombo.
Eso lo dejo para los ególatras y para Sánchez.
No.

Esto va de quién tiene clara la reciprocidad en las relaciones profesionales y quién no.
Y en eso Italia nos saca ventaja a todos.
Por eso venden, entre otras cosas, más cerámica que nosotros y a mayor precio.
El cliente nos mandó un pedazo de queso que no era el típico parmesano.
Era otro (de la familia), pero no recuerdo el nombre.
El caso es que estaba buenísimo y flipé.
Flipé no por lo bueno que estaba, sino por el detalle que el cliente tuvo con su constructor.
Con nosotros, se entiende.
Joder, estas cosas en España son al revés.
El cliente te da su dinero por una obra y tú compras un detalle para felicitarles la Navidad.
Es así.

Es en esa dirección, no al revés.
Cuando se lo agradecí, el cliente me dio su visión.
El dinero es lo de menos, me dijo, y mucho menos en qué dirección ha circulado.
Nosotros estamos muy contentos con el resultado de la obra y con la relación profesional que hemos tenido con vosotros, me dijo.
Y como agradecimiento, el queso.
(Joder, qué queso era).
El cliente es una multinacional italiana del sector cerámico y la obra es su modesta sede en España.

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